Recuerdo que te vi una tarde sentado en el puente cercano a tu casa, y no sé porque pero me puse nerviosa.Ese día andaba con mi prima e íbamos a un juego de fútbol, y no sé porque pero presentí que seguirías mi camino, y en efecto te vi llegar al juego.
Sé que no te sentaste a mi lado pero sabía que habías ido para verme.En ese momento me sentí como una niña pequeña cuando ve a su primer amor.Admito que me sentí rara también porque era un sentimiento que me parecía extraño, sobre todo porque lo causaste tú.Según yo, nunca sentiría nada por ti porque no eras el tipo de hombre que a mí me gustaba.
Ya el juego para mi había pasado a ser un segundo plano, ya que mi vista no se apartaba de ti.Obviamente mi mirada era disimulada porque no quería que te dieras cuenta. Siempre me ha costado mostrar mis sentimientos, y más si son por atracción hacia alguien.Lo peor del caso es que tú me buscabas y yo ni pendiente de ti estaba.
Ese día, tan simple como cualquiera, empezaron a nacer sentimientos que ni yo me esperaba que nacieran.Pero uno no decide de quien enamorarse, o por lo menos cuándo. A veces me arrepiento de no haberte buscado antes, pero quizá las cosas se dan cuando el destino y la vida decidan que aquello que nos pase a nosotros suceda.Lo cierto es que esta carta va a ser una más de aquellas que escribo y se quedarán apiladas.Una de las tantas que te escribo y me aterra entregártela por miedo a que me vayas a rechazar porque yo te rechacé hace tiempo, y si a algo le tengo mucho miedo es al rechazo.
