Maestra, cómo olvidarla, si gracias a usted, hoy soy lo que soy. Sus enseñanzas han sido para mí uno de mis mejores tesoros, esos que me han convertido en la persona que soy.
Cómo olvidar a la mujer que me ha guiado, que día a día se esmera en enseñarme nuevas cosas. Esa maestra que me enseñó la importancia de escribir bien, de que una palabra es importante y la lectura me lleva a nuevos mundos.
Ha sido mi primera guía, mi primera tutora en este mundo que nos tiene mucho que ofrecer. Quizá no he sido el mejor estudiante, sin embargo, aunque pasen los años, sus lecciones no saldrán de mi vida y mi cabeza.
Hoy quiero agradecerle en esta carta, su esfuerzo, su valentía por a veces enseñarnos con tan pocos recursos, la educación es un trabajo apto solo para valientes y usted es una de esos valientes que enfrentan día a día con éxito su misión.
Cada día pienso en sus lecciones, en cómo leer nos ayudaría y ¡vaya que lo ha hecho! Pero ¿sabe algo, maestra? Usted no solo me enseñó sobre lengua, biología o matemáticas, usted me enseñó sobre la vida, algo que a veces importa más.
Cuando más lo necesitaba, cuando en ocasiones la inseguridad me ganaba y pensaba que no era suficiente, una palabra suya era suficiente para darme aliento, para sentirme importante, valioso y capaz de darle vida a mis sueños.
Pocas veces se tienen maestros como usted, esos que hacen sentir que vale la pena levantarse temprano, vale la pena estudiar cosas que quizá no me gustan, como los números, vale la pena tener una maestra con su carácter.
No cambie nunca, maestra. Por mujeres como usted, algunos seguimos adelante a pesar de los problemas, a pesar de los obstáculos.
Maestras como usted, hacen de este mundo algo mejor.