Llegaste para quedarte, desde aquel primer día en que te di la mano, cuando debía darte mis paquetes que se me caían. Así fue como, tambaleante, me distraje viendo tu cabello, que me pareció una bella enredadera en la cual prendarme, que me sonrió cuando me confundí y sin querer me acerqué para después conversar como si nos conociéramos desde hace mucho, hacer una primera amistad imprevista, que ahora, con los años, es el amor más lindo que me haya podido pasar.
Nuestra vida, el disfrute, lo que vivamos, lo que veamos, lo que conozcamos, eso será lo que nos llevaremos el día que nos toque partir. Altibajos, discusiones, lejanía y añoranzas cuando no estás. Las veces que te has ido lejos sin mí, no tienes idea la falta que me haces. Aunque no te lo diga, aunque no lo exprese, quizás no te has dado cuenta de que mis formas de decirte las cosas son bastante diferentes. Un tanto complicadas de entender claro, pero ahí estoy siempre, a mi manera. Creo que no he amado a nadie como te he llegado a amar a ti, sabiendo que he amado de muchas formas porque mi corazón es totalmente diferente, pero lo tienes tú.
Me has dado tanto, me has llenado hasta derramar todos los vasos que contienen la esencia de mi alma, creaste una persona diferente a la que conociste. Contigo he recorrido lo que jamás pensé ni siquiera conocer, hemos ido al infinito y mucho más lejos. Sabemos además que seguiremos yendo.
Contigo he visto la mar serena y oscura por la noche, juntos nos bañamos de noche entre sus olas, vimos desde el cielo el mundo chiquito bajo nuestros pies, porque hasta a volar me has llevado una y otra vez. Fuimos al otro lado del planeta y conocimos lo lindo de una pasión que todavía vive en nosotros, esa misma que nos encamina hacia una vida eterna de la mano. Poco te escribo, pero las veces que te digo esto, te lo digo con toda la verdad en los labios y en el alma misma: te amo.
